martes, 26 de junio de 2012

Brisas veraniegas

Una de las únicas cosas que me gustan del verano es la brisa fresca que entra por mi ventana por las noches. No es muy fría, pero reconforta y refrigera el cuerpo. Es maravilloso sacar la cabeza y observar el panorama nocturno de tu ciudad.
Mi calle esta en silencio. No pasan coches. No pasea gente. De vez en cuando esa brisa veraniega mece  los arboles creando una agradable melodia de hojas que danzan al unísono.
El viento me trae olores y con ellos recuerdos. Me ofrece el olor a suavizante de la ropa tendida de la vecina de enfrente, o el olor a mojado de las nubes que descargan lluvia no muy lejos de aquí. Me devuelve el olor a ciudad, a contaminación, a casa, al hogar.
La noche es el momento en el cual creo que el ser humano es mas débil, más vulnerable. Tumbados en la cama, esperando a que Morfeo nos envuelva en su hechizo, nuestra mente baja la guardia y nuestros sentimientos toman el control del cuerpo y de la mente. Todos hemos tenido noches de insomnio en las cuales el dar vueltas en la cama venía acompañado de pensamientos subidos de tono propiciados por una temperatura demasiado elevada, o por el contrario hemos sido victimas de las malas pasadas del corazón al dibujar inconscientemente su esbelta figura a tu lado entre las sabanas.
Durante la noche se hacen las cosas mas estúpidas, se cuentan los secretos mas ocultos amparados por la confianza que nos ofrece la oscuridad, pero sobre todo se hacen realidad los verdaderos deseos durante las horas de sueño.
Quizas sea casualidad que hoy el viento me haya traido tu olor, o quizas sea ironia el hecho de que te paseas por mi subconsciente mas incluso de lo que me atreveria a admitir, pero por las noches, cuando mi ser consciente baja la guardia, el corazón gana siempre a la razon y te materializas a mi lado hasta que sale el Sol.