miércoles, 28 de agosto de 2013

El momento

"Hacía una maravillosa noche de verano. El cielo estaba despejado y permitía ver un azul oscuro tildado de estrellas alrededor de una redonda y plateada luna llena. Aquella playa  parecía desierta, salvo por una pareja que estaba tumbada observando el horizonte. El mundo parecía haberse parado. No había tiempo, no había preocupaciones, solo estaban ellos dos con sus palpitantes corazones marcando los segundos que pasaban. Entre suspiro y suspiro se acariciaban el pelo o pestañeaban al unísono, que sé yo, cosas de parejas. Enterraban sus pies descalzos en la arena y entrelazaban sus dedos en señal de compromiso. Todo ello sin mediar una palabra, simplemente dejándose llevar por la situación. Para cuando quisieron darse cuenta se estaban mirando a los ojos, y sin más dilación uno de los dos murmura un "te quiero" acabado con un beso que sabe a cerveza y a reciprocidad. Tras fundir sus labios siguieron atisbando el horizonte soñando con traspasar nuevas fronteras y superar los obstáculos que la vida les deparaba".
Este relato no tiene nombres ni apellidos, no tiene localización geográfica exacta ni día de la semana en concreto. Esta historia tiene como fin poner al lector como protagonista junto con la persona a la que quiera, para que así todos podamos, al menos durante un breve periodo de tiempo, formar parte de una misma utopía donde lo único imprescindible es saber disfrutar de el momento.



miércoles, 14 de agosto de 2013

Vapor de agua

Habían pasado ya siete años desde que decidió instaurar en su vida la tradición de bañarse en Verano. 
Era muy ahorrador y muy concienciado con la Naturaleza, por eso sólo se permitía el lujo del baño una vez al año, y siempre en Verano
Todo viene a partir del día de antes de su primer campamento, donde se pasó lo menos una hora flotando en la bañera en un agua casi tan caliente como los cuarenta grados que caían sobre su ciudad. Entre mareos, piel arrugada y deshidratación salió a duras penas del baño al borde del desmayo, o como él prefiere apreciarlo: "completamente relajado
Desde entonces y hasta que cambiasen la vieja bañera por un plato de ducha decidió quedarse en tal estado de embriagadez al menos una vez cada doce meses.
Aquella tarde de agosto parecía perfecta: aburrida, calurosa y solitaria. El verano no tiene ningún tipo de consideración con aquellas personas que no se marchan de vacaciones y puedo aseguraros que se estaba ensañando especialmente con él este año. 
Eran entorno a las seis de la tarde, la calle estaba en silencio y el cielo estaba cubierto por unos densos nubarrones grises que anunciaban una terrible, pero corta, tormenta veraniega. Abrió la ventana del cuarto de baño y tras poner el tapón en la bañera, abrió el grifo del agua caliente y esperó a que el líquido vital ocupara todo el espacio. Cerró la puerta y echó el cerrojo, le gustaba la intimidad. Se desnudó despacio dejando las prendas de ropa esparcidas por las baldosas  y una vez estuvo llena la bañera fue hasta el armarito del fondo para coger su tarro favorito de sales perfumadas, el de lavanda.
"Lavanda, el pueblo de los fantasmas" pensó mientras esparcía con cuidado el contenido del frasco.
El vapor ya había empañado todos los espejos cuando decidió por fin  meterse. Al principio hubo un poco de dolor, pero poco a poco se acostumbró a la temperatura. Suspiró mientras dejó a su cuerpo que flotase sólo entre las ondas del agua y el tacto de las sales. Sumergió la cabeza e hizo burbujas como solía hacer de niño. Emergió con el negro pelo pegado a sus facciones y con la nariz llena de agua. Era el momento del jabón. Poco a poco fue frotando cada parte de su cuerpo, acariciándose y disfrutando del tacto de su propia piel. Su mente comenzó a proyectar sus más recónditos deseos y para cuando quiso darse cuenta, toda la sangre de su cuerpo estaba congregada en la zona de su entrepierna.
"No" pensó "Aprenderás a esperar..." Alargó el brazo y hurgó en uno de los cajones más cercanos para sacar una fina cuchilla que refulgió con la luz de la estancia. La utilizó de manera rápida y superficial, y para cuando la volvió a dejar en el cajón manchada de rubí, el agua ya estaba adquiriendo un tono rosado, parecido al vino.
Estiró las piernas y reposó la nuca en el borde de la bañera. Tras dirigir una mirada al espejo empañado, cerró los ojos y volvió a suspirar. En aquel espejo aparecían unas letras previamente trazadas por el muchacho. Se leía "te echo de menos", pero se traducía como una urgente petición al tiempo para que tuviese piedad y avanzara sin miramientos.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Yo te maldigo, verano

Desde abril veo la vida de manera distinta. Siempre había escuchado que la Primavera la sangre altera, pero nunca me había dado cuenta de la veracidad de esta frase hasta que he sido el claro ejemplo de la ebullición hormonal. No pensaba que fuese muy dado a frases romanticonas y a escenitas de pareja, pero ahora cada vez que me miro al espejo mi yo de antes me mira con cara de asco mientras piensa (o pienso) "quien te ha visto y quien te ve".
Quizá por mi desmesurada expresividad muchas personas me han comentado que han percibido un cambio a mejor, como una especie de soplo de aire o un poco de color en las mejillas. Mi madre ya no le pide a mi hermana que indague sobre mi vida porque me ve triste, porque no como o porque no salgo. Ahora todo tiene su por qué y su explicación lógica así que por otra parte eso que nos llevamos todos.
A pesar de eso creo que no hay tanto color rosa como parece, y hablando de colores, sigo vistiendo de oscuro, viendo el lado pesimista de la vida y babeando por un gato negro cuyo nombre es el apellido de un poeta romántico norteamericano. Hay cosas que nunca cambian, ni cambiarán.
Si hay algo que se ha intensificado para peor desde aquel mes de abril ha sido mi relación con el Verano. Sinceramente veía al Verano como un fuerte aliado y había depositado demasiadas esperanzas en él, pero claro, demasiado tiempo llevo echando pestes sobre los meses estivales, ¿por qué habrían de tener piedad conmigo? No sólo tengo que lidiar con un calor asfixiante, con mosquitos que pican y con un Sol que no da tregua, sino que encima tengo que luchar contra la distancia, contra tu ausencia y contra la insipidez que me brindan las redes sociales. De verdad que veía en las altas temperaturas una terrible excusa para quedarnos más por la calle, de verdad que veía los días más largos para estar más tiempo contigo y de verdad que las vacaciones nos iban a proporcionar más tiempo libre del establecido, pero aquí me ves, una vez más con mis esquemas por el suelo hechos trizas y consumiéndome entre las paredes de mi habitación mientras espero a que  septiembre traiga al Otoño y el Otoño traiga el frío, porque como dice Laura Colored, "el frío acerca a la gente". Mientras tanto yo te maldigo, y te maldeciré siempre, Verano.