lunes, 25 de enero de 2010

Beatus ille...

El viento golpea el cristal de mi ventana, la noche susurra mi nombre desde lo más negro del cielo nocturno, una siniestra nana mece mis pensamientos y envauca mi alma despertando en ella secretos y pasiones prohibidas.
Las lágrimas chocan contra el suelo, formando un charco de desesperación salada que empapa la tarima lentamente. Ahora NADA tiene sentido, o TODO carece de él.
El sonido se atraganta en mi garganta, un eco sordo desde lo más profundo de mi ser que no consigue convertirse en el grito de auxilio que tanto reclama ser escuchado.
Desconozco el origen de esa fuerza que me atrae hacia tí y que transforma la cruel garra que oprime mi corazon en una suave caricia revitalizadora.
Te concedo el honor de poder utilizarme, mangonearme, torturarme y desollarme, de hacerme feliz, de hablarme, de sacarme una sonrisa, de quererme, de odiarme y de un largo etc.
Te animo a que me hagas daño, a que me causes dolor, a que disfrutes con mi sufrimiento, adelante, contenta mi deseo, solo pongo dos objeciones:
Nunca te separes de mí y sobretodo recuérdame que sigo vivo...

viernes, 1 de enero de 2010

Fortuna nunquam sistit in eoduerm statu

Hoy, primer día del nuevo año, me he dado cuenta que, respecto a esa persona, los próximos doce meses van a ser exactamente iguales a como lo han sido desde que nos conocemos, una jodida rueda de la fortuna, que a veces te hace sentir en lo más alto, y otras (como es ahora mismo el caso) como la peor mierda de todas.
No sé porque demonios sabiendo de ante mano como eres, sigo intentado engañarme amí mismo con falsas esperanzas de una amistad fuerte y duradera, cuando lo único que consigo es pasar diez malos ratos por uno bueno.
Lo más gracioso del tema esque ése único buen momento vale por una docena de malos, que es en el fondo lo que te hace especial.
Tengo que aprender a entenderte, a ver que eres así y a que no hay vuelta atrás, pero por favor, no te atrevas a decirme que te importo más que tres peniques y un botón.
¿A quién quiero engañar? Me lo dirás, probablemente cuando te entregue tu regalo de cumpleaños, o quizá me sorprendas leyendo esto e intentarás convencerme de todo lo contrario a lo anteriormente escrito, será entonces cuando me inyectes la dosis de felicidad artificial que ahora tanto necesito, la cual tu mismo te encargarás de extinguir con tu actitud.