jueves, 16 de mayo de 2013

Oscura alcantarilla

Siguiendo la rutina del día a día se levantó, se vistió y bajó a la calle a desayunar y a comprar el periódico de la semana. El día había amanecido encapotado y amenazante de lluvia, pero aun así salió sin paraguas, con su elegante chaleco y su corbata azul cobalto. Pocas personas encontró por la calle, vecinos paseando a sus perros, niños que se dirigían al colegio y dependientes abriendo sus comercios. Afortunadamente poca gente estaba cerca cuando tuvo lugar la explosión.
Un enorme boquete en el suelo, la calle llena de gravilla y escombros, algunas ventanas rotas y una enorme columna de humo negro. Todos se echaban las manos a la cabeza. ¿Habrá heridos? ¿Habrá muertos? Para cuando llegó la policía no quedaban restos de aquel enigmático chico con el periódico bajo el brazo, solo un enorme abismo hacia las profundidades de la ciudad.


-¿Qué habremos atrapado?- murmuró una voz en la oscuridad
- Que esté sabroso, sabroso...
- Basta ya de animalillos y sobras ¿verdad? Estamos cansados...-
-Si... cansados... Algo más suculento que aquel neumático ¿verdad? JAJAJAJA.- una figura se desplazaba por la oscuridad de un túnel. Hablaba consigo misma, enloquecida por su propia soledad. Había desarrollado un trastorno bipolar grave, una doble conciencia que le ayudaba a soportar el aciago destino de su vida.
- Y entonces le dejé bien claro lo que pensaba de él JAJAJA Maldito bastardo mirón. Vagabundos sucios y drogadictos. ¡Ésa es nuestra única compañía!.-
Las alcantarillas se habían convertido en su hogar tras huir de casa al presenciar el asesinato de sus padres. La pobre criatura quedó traumatizada y relegada a un plano que ningún niño merecería. Aprendió las reglas de la calle de una manera rápida y cruenta. La humedad del subsuelo le entumeció los huesos y lo deformó hasta ser un esperpento, una alimaña con rasgos humanoides que casi tenía que reptar para conseguirse un sustento.
-La idea de la bomba ha sido muy arriesgada... Muy, muy arriesgada...- susurraba apenado.- ¿Qué será de nosotros si nos descubren?
-Nada, querido, nada. Lo que somos ahora...- su trastorno era tal que incluso modulaba su propia voz para hacerla diferente y así escuchar algo distinto a sus lamentos.
Podía moverse por las alcantarillas con total destreza, ente la oscuridad, guiándose por los olores y los movimientos de las ratas. Sabía dónde tenía que ir y poco a poco, arrastrando su retorcido cuerpo se dirigía lentamente a descubrir si alguien había caído en su trampa.

Cuando lo encontró, tendido en el suelo de la cloaca, quedó completamente mudo. Se restregó los ojos con sus sucias manos, pero no estaba imaginándolo, estaba allí.
El blanco de su cara resaltaba entre tanta oscuridad. Un chorro de sangre se mezclaba con el agua turbia a la altura de los hombros. Parecía haberse golpeado en la cabeza con una piedra al caer. Su impoluto traje negro de corbata azul estaba ahora repleto de manchas de barro, sangre y demás sustancias poco deseosas de las alcantarillas. Su pelo engominado hacia atrás aquella misma mañana flotaba inerte, al compás del brazo derecho que se dejaba mecer por las ondas del agua.

-Un ángel... Hemos cazado un ángel...- decía incrédulo tirándose de unos rizos mugrientos que le caían por la frente.
-Puaj... Odio a los ángeles... Comámoslo deprisa antes de que se enfríe. No querrás comer sorbete de gato ¿verdad? JAJAJAJA-
Se acercó al cuerpo y lo observó detenidamente mientras una saliva espesa y blanquecina le caía por las comisuras. Debía ser pecado profanar un cadáver tan hermoso. Se echó sobre su cuerpo, observando cada centímetro de su piel, hasta que se dio cuenta de que seguía respirando y que fruncía el ceño. Despertaría en breves.
-¡No está muerto!¡No lo matamos!.- gritó de júbilo. Sus berridos se colaban por toda la red de alcantarillado, chocaban contra las paredes y rebotaban de nuevo hacia él.
-¡Qué más da! Mátalo tú, cómetelo estúpido, ¡CÓMETELO!.-
-No... comérnoslo no... Lo cuidaremos...- murmuraba mientras le acariciaba la mejilla con una mano que por un momento, le pareció humana de nuevo. - Le cuidaremos... Como nadie sabrá cuidarle nunca...-

sábado, 11 de mayo de 2013

Gatos callejeros

Aprovechando  la oscuridad de la noche dos gatos recorren  la ciudad. 
No llevan rumbo fijo, simplemente entre saltos, peripecias y escaladas fortuitas se dedican a moverse por las calles desiertas de un barrio que dormita.  Porque ésa es una de las reglas del juego, no debe verles nadie.
El gato pardo, de ojos verdes y pelaje atigrado, es el que más respeta esta norma. Le gusta deambular bajo la lluvia y pasar desapercibido mientras caza ratones. Por el contrario,  su compañero es más partícipe de hacer ruido allá por donde vaya y por eso lleva un cascabel colgando del cuello. También por el día gusta de dejarse ver por las calles más transitadas para que los viandantes se decanten por acariciar su suave pelo negro, mientras que el gato pardo pasa las horas de luz durmiendo en la ventana de aquel pub de jazz del centro.
Son almas diferentes y felinas que aprovechan las horas de descanso para encontrarse y dejarse llevar.
Juegan con las sombras de las farolas, trepan por los árboles y todavía les sobra tiempo para caminar sobre altas cornisas. No hay hueco que no hayan explorado, ni verja lo suficientemente estrecha que no hayan cruzado, pero sólo se detienen ante las luces de un coche que les descubre de lleno, reduciendo sus pupilas y aclarando sus rasgos. Es entonces cuando tras un frote de cabezas y un suave ronroneo se despiden hasta la noche siguiente.


lunes, 6 de mayo de 2013

La primera de muchas otras

La habitación olía a tabaco y a colonia cara. Sus gargantas comenzaban a sufrir los efectos de tal ambiente enviciado. La ropa del suelo había sido testigo de lo que había pasado esa noche junto con el resto del mobiliario del dormitorio. La luz comenzaba a filtrarse por la persiana bajada dejando paso a una nitidez que permitía vislumbrar un par de siluetas sobre la cama.
Un par de mantas arropaban dos cuerpos desnudos, abrazados y durmientes. De vez en cuando cambiaban de posición, entre tiernos besos y suaves caricias. Una de las figuras enterraba su cabeza en el pecho de su compañera mientras inhalaba el olor que ésta desprendía. La mejor música de fondo que pudieron encontrar fue el latido de sus corazones que se aceleraba cada vez que sus bocas se aproximaban. Una de las manos dibujaba "te quieros" en una de las espaldas, la cual recibía los trazos gustosa entre escalofríos.
No fue así como lo imaginaron, no era el lugar ni el momento, pero de que era la persona indicada no había ninguna duda. Un extraño halo de perfección los envolvía. No había cabida para los problemas de la vida. Sólo existían ahora mismo el uno para el otro y el otro para el uno. Cuando la alarma puso fin a aquella primera vez, sus miradas únicamente supieron decir : "la primera de muchas otras"