martes, 18 de junio de 2013

Jatopía

A pesar de querer dármelas de original y genuino, soy de ese 99% de las personas que idealizan su vida a más no poder. Es uno de las pocas cosas ordinarias que me permito al día, cerrar los ojos e imaginar un presente perfecto, un futuro idílico o un pasado mejor. También soy una de esas personas que no busca una vida de película con increíbles romances, malvados que quieren dominar el mundo y un perro llamado Spyke (a mi con tener a Bruce me basta) 
Ahora que mi vida ha dado un cambio tan radical y tan a mejor no puedo parar de hacerme preguntas que antes ni se me habrían pasado por la cabeza. Me veo renunciando a los placeres de la juventud, al no dar explicaciones y al sentirme libre y sin ataduras a cambio de escucharte decir "te quiero" o ver que te refieres a mi persona con un determinante posesivo delante. Si tú supieras la de cosas que me gustaría hacer contigo, la de cosas que me gustaría que compartiésemos y la cantidad de esfuerzo que pongo en cada una de tus sonrisas, me dirías: "No, si yo también" y acto seguido me enfadaría por tu extremo derroche de sentimiento.
Me gusta plantearte situaciones e imaginar como actuarías, como contestarías. Dejarte momentos a huevo para ver como te zafas de mi mirada inquisidora con un simple comentario que no entraba en mis esquemas, y es que, ¿qué le voy a hacer si siempre consigues romper mis planes? Sabes que no será tan fácil derrotarme, que seguiré urdiendo planes y maquinando estratagemas que te pillen en un descuido y me revelen lo que se te pasa por la cabeza. 
Es muy tarde ya, se me cierran los ojos y mi mente está preparada para echar a volar hacia mi Jatopía, donde me esperas para abrazarme con fuerza y para susurrarme todas esas cosas que nunca me dices mientras Bruce mordisquea malamente una piedra que le cambió a un hada por su pelota.

El pequeño Poe

He tardado mucho en dedicarte algo, pero ahora que te veo dormitando entre los cojines de mi cama casi me veo hasta en la obligación. 
Hará unas dos semanas que estás conmigo y quizá me precipite al decirte que me enamoraste desde que te vi por aquella foto de Internet. Salías con uno de tus hermanos, tan negro y tan pequeño, jugando alrededor de una maceta, y casi fue al instante cuando le dije a mi familia: ése es el gato.
Encuentro la palabra sustituto demasiado fría e inhumana, demasiado carente de emociones, pero sí es verdad que tienes que ocupar un puesto muy importante dentro de mi vida, un puesto que ya estaba cubierto por otro. 
Tu predecesor me complementaba. Nunca había sentido tanta afinidad con un ser vivo. Él estaba para mi y yo estaba para él, pero nada es eterno y me lo arrancaron demasiado pronto. Sobre tu pequeño lomo recae ahora la inmensa responsabilidad de ocupar ese vacío tan grande que su marcha me dejó, ése vacío que nadie de mi familia entendía que necesitaba llenar, ése vacío que poco a poco se va reduciendo tras tus andares de cachorro.
Ahora cada vez que me despierto y te veo junto a mi, sonrío. Cuando llego a casa y apareces doblando la esquina escurriéndote por el suelo para saludarme, sonrío. Cuando estás dormido en cualquier parte y te acaricio y ronroneas, sonrío, pero sobre todo cuando más me haces sonreír es cuando el reflejo de aquel gato negro que una vez tuve, aparece en tus ojos diciéndome: ahora será él quien vele por ti.