domingo, 28 de abril de 2013

Surrealismo

La primavera ha llegado a mi vida en forma de paseo lluvioso por Madrid.
Es todo inaudito, incomprensible, increíble, impensable... y maravilloso. No quiero hacer más comentarios por miedo a gafarlo, pero aún me cuesta creerlo.
Los días se me hacen eternos, las horas se arrastran por el suelo y se agarran a mis tobillos mientras escribo. De vez en cuando levanto la vista y veo a las agujas de aquel reloj de pared detenerse.Con los ojos en blanco intento distraerme, pero mi mente se evade en tus recuerdos y el tiempo me apuñala en agonía.
Es curioso porque el tiempo y yo siempre fuimos aliados en este juego, pero ahora parece que se ha puesto en mi contra.
Me da lo mismo, hay nuevas variables con las que nunca había contado que están a mi lado, observando mi silenciosa desesperación por la rotación de la Tierra.
 No estoy acostumbrado a jugar en este campo, bajo unas reglas que yo no he escrito y un árbitro al que siempre he detestado, pero me veo obligado a poner el balón en el césped mientras bajo la cabeza en señal de sumisión, porque la llama se ha encendido, y aunque el riesgo de quemarse sea muy alto, estoy dispuesto a intentarlo.

domingo, 21 de abril de 2013

Entre la guerra y el mar

No hubo nadie en el reino capaz de consolarla.  Había estallado la guerra y su razón de existir se marchaba al frente, a luchar. Intentó disuadirle, pero su deber como hombre era defender a su rey.
Era una fría mañana de principios de año, donde la niebla y el gélido rocío reinaban por doquier. El basto océano que observaban de más jóvenes, antaño azul y espumoso, era ahora una inmensa masa de agua espesa y gris. Solo había sitio para el silencio en el muelle.
Entre estandartes y caballeros se dieron el último adiós. "Volveré antes de lo que piensas" le decía "No olvides que te quiero" le repetía, pero en el fondo ambos sabían que aquella cruenta guerra les separaría.
Los barcos zarparon y la gente se quedó observándolos hasta que desaparecieron por el horizonte, pero ella quiso subir a la montaña más alta para ver como su amado se desvanecía entre el cielo y el mar.
El tiempo fue pasando, las estaciones se fueron sucediendo y cuando quiso darse cuenta el invierno había llegado otra vez.
Su rutina era la misma. Todos los días se subía a la montaña para atisbar la línea del cielo en busca de algún indicio de retorno. ¿Quién sabe cuánto pudo llorar? ¿Quién contó las margaritas a las que preguntó? ¿Cuántos deseos fugaces se perdieron en el firmamento? El implacable tiempo pasaba y a nadie le importaba.
La guerra terminó y los barcos regresaron, pero nadie supo decirle acerca de su ser amado. "Hubo una fuerte tormenta" le decían "Hace meses que no le vemos" le repetían, pero ella negaba con la cabeza y con la mano se sostenía el corazón.
El tiempo siguió pasando y el reino se fue olvidando de aquella chica que se pasaba el día observando el mar desde lo alto.
"Prometo esperar a tu regreso..." se decía "Prometo esperarte siempre" se repetía, pero la vida seguía y el universo no se detenía, y aunque su mundo se paró aquella mañana de invierno ella siguió impasible en lo alto de aquel cerro.
Pocos son los que aún recuerdan aquella historia, menos son los que la vivieron, pero muchos se preguntan el por qué allá arriba, en la montaña, hay una estatua de piedra de una joven con la mirada puesta en el mar y el corazón en la lejanía.