sábado, 11 de mayo de 2013

Gatos callejeros

Aprovechando  la oscuridad de la noche dos gatos recorren  la ciudad. 
No llevan rumbo fijo, simplemente entre saltos, peripecias y escaladas fortuitas se dedican a moverse por las calles desiertas de un barrio que dormita.  Porque ésa es una de las reglas del juego, no debe verles nadie.
El gato pardo, de ojos verdes y pelaje atigrado, es el que más respeta esta norma. Le gusta deambular bajo la lluvia y pasar desapercibido mientras caza ratones. Por el contrario,  su compañero es más partícipe de hacer ruido allá por donde vaya y por eso lleva un cascabel colgando del cuello. También por el día gusta de dejarse ver por las calles más transitadas para que los viandantes se decanten por acariciar su suave pelo negro, mientras que el gato pardo pasa las horas de luz durmiendo en la ventana de aquel pub de jazz del centro.
Son almas diferentes y felinas que aprovechan las horas de descanso para encontrarse y dejarse llevar.
Juegan con las sombras de las farolas, trepan por los árboles y todavía les sobra tiempo para caminar sobre altas cornisas. No hay hueco que no hayan explorado, ni verja lo suficientemente estrecha que no hayan cruzado, pero sólo se detienen ante las luces de un coche que les descubre de lleno, reduciendo sus pupilas y aclarando sus rasgos. Es entonces cuando tras un frote de cabezas y un suave ronroneo se despiden hasta la noche siguiente.


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