miércoles, 14 de agosto de 2013

Vapor de agua

Habían pasado ya siete años desde que decidió instaurar en su vida la tradición de bañarse en Verano. 
Era muy ahorrador y muy concienciado con la Naturaleza, por eso sólo se permitía el lujo del baño una vez al año, y siempre en Verano
Todo viene a partir del día de antes de su primer campamento, donde se pasó lo menos una hora flotando en la bañera en un agua casi tan caliente como los cuarenta grados que caían sobre su ciudad. Entre mareos, piel arrugada y deshidratación salió a duras penas del baño al borde del desmayo, o como él prefiere apreciarlo: "completamente relajado
Desde entonces y hasta que cambiasen la vieja bañera por un plato de ducha decidió quedarse en tal estado de embriagadez al menos una vez cada doce meses.
Aquella tarde de agosto parecía perfecta: aburrida, calurosa y solitaria. El verano no tiene ningún tipo de consideración con aquellas personas que no se marchan de vacaciones y puedo aseguraros que se estaba ensañando especialmente con él este año. 
Eran entorno a las seis de la tarde, la calle estaba en silencio y el cielo estaba cubierto por unos densos nubarrones grises que anunciaban una terrible, pero corta, tormenta veraniega. Abrió la ventana del cuarto de baño y tras poner el tapón en la bañera, abrió el grifo del agua caliente y esperó a que el líquido vital ocupara todo el espacio. Cerró la puerta y echó el cerrojo, le gustaba la intimidad. Se desnudó despacio dejando las prendas de ropa esparcidas por las baldosas  y una vez estuvo llena la bañera fue hasta el armarito del fondo para coger su tarro favorito de sales perfumadas, el de lavanda.
"Lavanda, el pueblo de los fantasmas" pensó mientras esparcía con cuidado el contenido del frasco.
El vapor ya había empañado todos los espejos cuando decidió por fin  meterse. Al principio hubo un poco de dolor, pero poco a poco se acostumbró a la temperatura. Suspiró mientras dejó a su cuerpo que flotase sólo entre las ondas del agua y el tacto de las sales. Sumergió la cabeza e hizo burbujas como solía hacer de niño. Emergió con el negro pelo pegado a sus facciones y con la nariz llena de agua. Era el momento del jabón. Poco a poco fue frotando cada parte de su cuerpo, acariciándose y disfrutando del tacto de su propia piel. Su mente comenzó a proyectar sus más recónditos deseos y para cuando quiso darse cuenta, toda la sangre de su cuerpo estaba congregada en la zona de su entrepierna.
"No" pensó "Aprenderás a esperar..." Alargó el brazo y hurgó en uno de los cajones más cercanos para sacar una fina cuchilla que refulgió con la luz de la estancia. La utilizó de manera rápida y superficial, y para cuando la volvió a dejar en el cajón manchada de rubí, el agua ya estaba adquiriendo un tono rosado, parecido al vino.
Estiró las piernas y reposó la nuca en el borde de la bañera. Tras dirigir una mirada al espejo empañado, cerró los ojos y volvió a suspirar. En aquel espejo aparecían unas letras previamente trazadas por el muchacho. Se leía "te echo de menos", pero se traducía como una urgente petición al tiempo para que tuviese piedad y avanzara sin miramientos.

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