miércoles, 9 de febrero de 2011

Únicamente había tropezado

Frágil, muy pequeña, minúscula, vulnerable, así se sentía, incapaz de seguir luchando, derrotada.
Caminando despacio, aguantando el peso de su cuerpo , respirando entrecortadamente un aire denso que la mareaba mientras cruzaba un terreno pedregoso e inhóspito, por el que nunca había estado, por el que le daba miedo continuar.
Pero, ¿Qué es el miedo? Es solo una de las tantas reacciones humanas que te hacen débil ante situaciones reales o imaginarias que son difíciles de controlar. Es el escalofrío que la recorría la espalda al encontrase frente a aquel abismo de soledad infinita que abarcaba con su negrura el horizonte.
Miedo a todos aquellos sucesos que marcan y deforman la personalidad, a todas esas sensaciones desagradables que viajan por el mundo en busca de nuevas víctimas que se dejen seducir por las ilusiones, miedo a caer y a no ser levantado.
Temblando por un siniestro frío, su corazón latía cada vez más despacio y sus pasos eran cada vez más cortos, señal de que su inocente vida se escapaba con su aliento en cada bocanada.
Instintivamente se agarró la pañoleta, buscando la fuerza que en su momento la otorgaba el mero hecho de tener aquel pañuelo al cuello, intentando volver a sentir el orgullo de verse diferente y mejor, pero solo se encontró con el tacto de una tela inerte que había perdido casi todo el sentido tras su marcha...
Le echaba de menos, mucho, todo era diferente pero a su vez nada había cambiado, la vida seguía, el campamento continuaba y a nadie parecía importarle o a algunos les importaba pero veían mas sencillo ocultarlo y adaptarse a la nueva situación.
Estaba harta, harta de caminar sin rumbo, harta de inmaduros, harta de limitaciones, harta de existir en un mundo injusto, en un mundo condenado.
Ahora que él no estaba de nada servía continuar arrojando esperanza sobre la Humanidad, entonces, simplemente, se dejó caer...

-¿Qué te pasa?
-Nada...-
-He dicho que que te pasa...-
-¡Que nada!-

Eso es... un... ¿recuerdo?

-Cuéntame ahora mismo que te ocurre...-
-Que nada enserio... cosas mías...-
-No me pienso mover de aquí hasta que me lo digas.-
-Pues nada... cabezota...-

Levantó la vista, ahora que estaba en el suelo, todo tenía una perspectiva diferente, un tono diferente y una persona diferente: él estaba de conclullas observándola.

-... y eso es todo... ¿contento?-
-Vaya... bueno, todo tiene solución, échale una buena sonrisa y cómete el mundo, pero sobre todo, nunca olvides lo que eres...-
-Y ¿Qué soy?-
-Esto eres...- Se sacó del bolsillo un pasador azul y morado y se lo puso en la pañoleta.- y pase lo que pase, nunca lo olvides...-

Le tendió una mano firme, que la agarró con fuerza y con un gran sonrisa, la impulsó hacia arriba, incorporándola.
Todo volvió a la realidad, seguía en el mismo lugar, pero con renovadas fueras, porque se dió cuenta de que únicamente había tropezado.

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