lunes, 28 de marzo de 2011

Hay un fantasma en esa casa...

La finca llevaba años abandonada. El edificio era grande y viejo y estaba tremendamente descuidado: había ventanales rotos, tejas sueltas y ladrillos caídos. Las gárgolas del tejado hacía años que habían perdido la expresión, y el jardín había crecido desmesuradamente por encima de la verja puntiaguda y oxidada. Los tallos espinosos de los rosales se enroscaban por los barrotes, abrazando al frio metal mientras trepan por el muro dirección al cielo.
Dicen que hay un fantasma en esa casa. La gente evita hablar del tema pero es obvio que hay un fantasma en esa casa. De noche se pueden ver luces, se aprecian sombras a través de los cristales y murmullos que atraviesan las paredes. Se le escucha suspirar, lenta y melancólicamente, levantando nubes de polvo y telarañas. Hay veces que el eco de sus cadenas se vuelve ensordecedor y es entonces cuando suponemos que esta enfadado, pero nadie se atreve a entrar, tenemos demasiado miedo...
Cuentan las tristes historias que algo terrible pasó en aquel hogar, alguien habló de un suicidio o de un homicidio, no recuerdo bien, solo se que una vez entraron unos críos, en afán de valentía y coraje, y salieron aterrados, despavoridos, describiendo los numerosos arañazos de las paredes manchadas de sangre y gritando algo de un cuerpo que se balancea en la oscuridad.
Acabaron locos, todos locos, desquiciados, arrancandose el pelo y las uñas, desequilibrados...
Se escuchan aullidos, hay luna llena, la noche esta viva y un escalofrio recorre mi espalda mientras las jaurías de lobos cantan su extraña melodía. Me cubro con las sábanas y agarro el escapulario, noto una presencia, mi colchón se hunde bajo el peso de algo que se ha sentado entre mis pies...
Por favor... basta... basta... Cierro los ojos, ignorando el aliento putrefacto que me acaricia la oreja y comienzo a soñar...
Estoy en un lugar desconocido, juraría que en un desván. Todo está oscuro, puedo llegar a vislumbrar un pequeño tragaluz, hay demasiadas nubes...
Un pequeño rayo plateado de Luna ilumina poco a poco la estancia. Hay alguien en el suelo, inmóvil, extremadamente pálido, con un pequeño frasco en su mano izquierda y un trozo de papel emborronado. Me inclino sobre él e intento tomarle el pulso cuando, noto una mano helada sobre mi hombro, el espectro del cadaver, clava sus ojos blanquecinos en mí mientras susurra:
-Sí, estoy muerto...
Al final somos dos los fantasmas en esta casa....

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